Madre Segura de sí Misma

Como Guiar A Su Familia Con la Fortaleza y la Sabiduria de Dios

Contributors

By Joyce Meyer

Formats and Prices

Price

$8.99

Price

$11.99 CAD

This item is a preorder. Your payment method will be charged immediately, and the product is expected to ship on or around January 21, 2014. This date is subject to change due to shipping delays beyond our control.

Coach, cheerleader, confidant, chef and chauffeur — the job description of a mom is as broad as the horizon. Perhaps this is why so many mothers deal with insecurity and uncertainty as they do their best to raise their children in a challenging and ever-changing world. If you’ve ever gone to bed disappointed with yourself, if you’ve ever felt like you weren’t measuring up, or if you’ve ever wished there was a manual for motherhood, #1 New York Times bestselling author Joyce Meyer has just the book for you.

In The Confident Mom you will be encouraged that you are not alone — God is with you and He wants to help you with the challenges you face each day. Through inspiring stories, Biblical principles and Joyce’s own valuable life lessons, there is no doubt you will discover the path to a new confidence and joy in motherhood. No matter your age, the size of your family, or the circumstances you find yourself in, The Confident Mom will help you become the joyful, confident mother God created you to be!

Excerpt

Comience a leer

Tabla de contenidos

Boletines

Derechos de autor Page

De conformidad con la Ley de Derecho de Autor de EE.UU. de 1976, la exploración, la carga y el intercambio electrónico de cualquier parte de este libro sin el permiso de la editorial es la piratería ilegal y el robo de la propiedad intelectual de su autor. Si desea utilizar el material del libro (que no sea para fines de revisión), previa autorización por escrito debe ser obtenido a través de la editorial en permissions@hbgusa.com. Gracias por su apoyo a los derechos de autor que usted.




INTRODUCCIÓN

Hace varios años, mi amigo John Maxwell estaba hablando en una de nuestras conferencias anuales para mujeres, y comenzó con un comentario que generó una enorme reacción. Dijo así: "La seguridad es el sentimiento edificante que usted tiene antes de entender de verdad la situación".

John estaba bromeando, por supuesto, pero aun así, creo que todas las madres de la audiencia pudieron identificarse con su afirmación. Como mamás, lo hemos vivido. La mayoría podemos acordarnos demasiado bien de la ingenua sensación de seguridad que inicialmente sentimos ante la perspectiva de la maternidad. Nos es fácil recordar los idílicos sueños que teníamos acerca de nuestros "envueltitos de gozo" que pronto nacerían.

También recordamos cuando de verdad comprendimos la realidad de la situación.

Los "envueltitos de gozo" crecieron y pasaron a ser niños pequeños en plena dentición y que lloraban y nos vomitaban encima cada vez que nos vestíamos para salir. Hacían rabietas e intentaban beber del bebedero del perro. Pronto, en vez de sentirnos seguras de nosotras mismas, comenzamos a preguntarnos si realmente teníamos lo necesario para hacer aquello correctamente. Comenzamos a ver nuestros defectos, a enfocarnos en nuestros fallos y a sentirnos incompetentes.

Estoy segura de que usted sabe de lo que estoy hablando. Toda mamá, sin importar lo increíblemente competente que pueda aparentar ser, ha perdido su seguridad en algún momento. Pero, gracias a Dios, hay una manera de recuperar esa seguridad. De hecho, es posible para nosotras como madres, en cualquier etapa de nuestra vida, volver a tener no ese tipo de seguridad falsa y fugaz de la que hablaba mi amigo John, sino la verdadera: esa que nos mantiene mirando hacia delante con confianza incluso cuando las cosas van mal, esa clase de seguridad que nos mantiene mirando hacia arriba y no hacia abajo, a pesar de nuestros errores. La que nos hace ser capaces de reírnos de nuestras imperfecciones y ser positivas en cuanto a nosotras mismas y lo que podemos hacer en vez de preocuparnos por lo que no podemos hacer.

Estoy convencida de que ahora mismo las madres cristianas en todo lugar están implorando esa seguridad. Dios no nos creó para criar a nuestros hijos bajo una nube de inseguridad. La inseguridad absorbe nuestra fe. Nos roba nuestro gozo. Nos engaña quitándonos la osadía que necesitamos para realmente destacar en lo que Dios nos ha llamado a hacer.

Incluso los atletas profesionales saben que esto es cierto. Recientemente, un gran exjugador de baloncesto estaba explicando por qué algunos competidores se mantienen en el nivel promedio mientras otros destacan. Dijo: "La diferencia entre un buen jugador y un gran jugador es la seguridad suprema en sí mismo. ¡No puede perder su confianza!". Aunque estaba hablando del deporte en ese momento, se podría decir lo mismo acerca de ser madre, con un ajuste significativo: la diferencia entre una buena madre y una gran madre es su confianza suprema en su Dios supremo.

El apóstol Pablo lo dijo así: Porque… los que por medio del Espíritu de Dios adoramos, nos enorgullecemos en Cristo Jesús y no ponemos nuestra confianza en esfuerzos humanos… (Filipenses 3:3).

Me encanta este versículo, ¿a usted no? Me gusta la idea de no prestar atención a mis propias debilidades e incapacidades naturales, ¡y poner toda mi confianza en Jesús! Disfruto mi vida mucho más cuando vivo de esta manera. También consigo hacer cosas mayores. He descubierto que es sorprendente lo que podemos hacer cuando dejamos de luchar en nuestras propias fuerzas para suplir las demandas aparentemente imposibles de la vida y sencillamente nos apoyamos en el poder y las promesas de Dios, porque para Dios nada es imposible.

Por eso el ministerio no es difícil para mí. Antes sí solía serlo, porque yo lo hacía difícil. Lo complicaba forzándome yo misma a ser perfecta y condenándome por cada error que cometía. Me preocupaba por agradar a otras personas y me desgastaba intentando impresionarles. Pero he recorrido un largo camino hasta poder dejar todo eso. Hoy día, sólo dependo de Dios y me levanto cada mañana decidida a tener un buen tiempo en Jesús. Como resultado, ministrar se ha convertido en algo fácil para mí. Es lo que hago, y lo hago con Jesús ayudándome durante todo el camino.

Aunque el ministerio y ser madre son dos cosas distintas, tienen esto en común: ambas cosas son llamados divinos. Y cuando Dios nos llama a hacer algo, nos da la gracia, fe y unción (poder del Espíritu Santo) para hacerlo. Y es más, Él permanece con nosotros en cada paso del camino. Ayudarle a conseguir una mayor revelación de esta realidad es de lo que se trata este libro.

En las páginas siguientes no encontrará un montón de instrucciones acerca de cómo hacer todo correctamente. No estoy aquí para darle eso, sino que estoy aquí para animarle e inspirarle con verdades de la Palabra de Dios que le ayudarán a ser la madre segura de sí misma que Dios creó. Por la gracia de Dios, quiero ayudarle a sacudirse la culpa, la condenación y el temor que le están deteniendo, a fin de que pueda disfrutar completamente del gozo incomparable de su llamado.

Le advertiré con antelación, no obstante, que el diablo luchará contra usted por esta revelación. Él odia la idea de una madre segura de sí misma. Lo ha odiado desde que Dios le informó en el Huerto que la simiente de la mujer iba a herir su cabeza (véase Génesis 3:15). Por esta razón lleva miles de años trabajando para mantener oprimidas a las mujeres. Él no sólo odia lo que representamos, sino que también entiende la poderosa influencia que las madres tenemos sobre futuras generaciones. Él sabe que es cierto el viejo dicho: "La mano que mece la cuna es la mano que gobierna el mundo". Así que está decidido a hacer todo lo que pueda para mantener nuestras manos temblando aunque sólo sea un poquito.

Pero no tenemos que dejar que se salga con la suya. La Palabra de Dios lo demuestra de principio a fin. Nos da ejemplo tras ejemplo de madres que confiaron en Dios, vivieron valientemente y vencieron las estrategias del diablo. (Hablaremos de algunas de esas mamás en este libro). Lo mejor de todo es que la Palabra de Dios nos cuenta la historia de una joven llamada María que dio a luz al Salvador. Mediante una fe sencilla en la promesa de Dios, dio a luz al Hijo que derrocaría al diablo de una vez por todas y daría la salvación a la humanidad. Las madres cristianas han estado derrotando al diablo desde entonces. Han estado descubriendo quiénes son en Cristo, levantándose en fe en la Palabra de Dios, y enseñando a sus hijos a hacer lo mismo.

En diferentes aspectos de la vida, las madres son todo lo diferentes que pueden ser. Algunas son amas de casa multitalentosas a quienes les encanta cocinar, hornear y coser para crear una bonita decoración del hogar. Otras son mujeres de negocios muy activas que pueden cerrar un trato financiero y a la vez ayudar con un proyecto de ciencias. Algunas tienen esposos comprensivos que les ayudan; otras lo están haciendo solas. Algunas tienen mucho dinero para gastar en sus hijos; otras apenas sobreviven.

Hoy, al igual que durante los tiempos bíblicos, no existe tal cosa como el estereotipo de una mamá cristiana. Las madres victoriosas, seguras de sí mismas, vienen en todo tipo de variedades y personalidades. Lo único que se requiere es una mirada al modo en que las personas que han logrado un éxito notable describen a sus madres para ver lo impresionantemente distintas que las mamás pueden ser:

Abraham Lincoln dijo que la suya era un "ángel".

Andrew Jackson describió a la suya como "valiente como una leona".

La poetisa Maya Angelou comparó la suya con "un huracán en su poder perfecto".

Stevie Wonder llamó a la suya una "dulce flor de amor".

Estas afirmaciones lo dejan claro: no se necesita tener cierto tipo de personalidad para ser una gran mamá. No tiene usted que encajar en un molde concreto para criar hijos que terminen literalmente cambiando el mundo. Esa es la buena noticia para todas nosotras, porque cada una de nosotras es única. Pero aquí tiene una noticia que es incluso mejor: usted tampoco tiene que ser perfecta. Lo único que tiene que hacer es seguir creciendo en su relación con Dios y desarrollar una confianza suprema en Él.

Por la gracia de Él, ¡eso es algo que cada una de nosotras puede hacer!




CAPÍTULO 1

¿Nos estamos divirtiendo ya?

La idea en sí de que las palabras Madre segura de sí misma y Joyce Meyer pudieran aparecer juntas en letra impresa en algún lugar y en algún momento demuestra dos cosas acerca de Dios. Primero: Él es, sin lugar a duda, un completo hacedor de milagros. Segundo: Él tiene un gran sentido del humor.

Cuando comencé por primera vez este viaje llamado maternidad, no tenía ni la más mínima pizca de seguridad. De hecho, me quedé petrificada. Me sentía incapacitada, insegura e inepta, ¡y me sentía así por una buena razón!

Cuando di a luz a mi primer bebé, no sabía ni siquiera lo suficiente como para darme cuenta de lo que estaba ocurriendo cuando me puse de parto. Mi esposo me había abandonado por otra mujer al comienzo de mi embarazo, y sin el dinero para pagar un médico privado, había estado acudiendo a una clínica hospital para los cuidados maternales. Nunca vi dos veces al mismo doctor (de hecho, eran estudiantes), así que de algún modo no entendí bien la información básica que necesitan las madres primerizas.

Como resultado, durante aproximadamente los primeros seis meses después del nacimiento de David, tenía miedo de hacerle daño literalmente. Requería toda mi valentía tan sólo para bañarle. No tenía ni idea de cuál debía ser la temperatura del agua de su bañera, o la fuerza que podía usar para lavarle sin hacerle daño.

Si ha escuchado mi historia, ya sabrá que tuve muchos otros problemas en esos tiempos también. Aún estaba sufriendo como consecuencia de los efectos de años de abuso sexual que había experimentado mientras crecía. Era infeliz, y carecía totalmente de paz. Me sentía desanimada y sin esperanza. Como no podía dormir, había estado tomando pastillas contra el insomnio. Como no era capaz de comer, había ganado sólo unos 250 gramos de peso durante todo el tiempo que estuve embarazada. El estrés en mi cuerpo (junto a la tensión emocional que estaba soportando) me dejó muy enferma.

Además de todo eso, no tenía dinero. Había tenido un empleo durante gran parte de mi embarazo, pero cuando finalmente tuve que dejarlo, no tenía forma de pagar la renta de mi pequeño ático en un tercer piso, el cual, sin aire acondicionado ni ventilador, era como un horno con el intenso calor de casi 40 grados centígrados en verano. No quería mudarme a casa de mis padres por la conducta abusiva de mi padre, así que cuando mi peluquera tuvo compasión de mí y me ofreció irme a vivir con ella, acepté.

Y peor aún, cuando mi esposo infiel apareció en el hospital después del alumbramiento para reclamar el bebé y pedirme que le aceptara de nuevo, también le dije que sí. No importaba que él tuviera problemas con la justicia. No importaba que él tampoco tuviera un lugar donde vivir. Accedí a pesar de todo a mudarme con él a casa de su hermana hasta que pudiera volver a trabajar.

A veces me parecía como si nada me saliera bien, pero eso no era cierto. Había algo que me había salido bien: a los nueve años de edad había recibido a Jesús como mi Salvador. Él entró en mi corazón y, aunque pasé por tiempos en los que me sentí rechazada y abandonada por la gente, Él nunca me abandonó.

Lo que Él ha hecho en mi vida y en las vidas de mis hijos en todos los muchos años que han pasado desde mis primeros días aterradores como madre, es nada más y nada menos que milagroso. Por supuesto, los que están familiarizados con mi historia saben que el Señor trajo a Dave a mi vida, quien ha sido un esposo amante y maravilloso. Y en la actualidad, nuestros cuatro hijos son adultos y nos ayudan en nuestro ministerio de una forma u otra. Todos son talentosos e increíbles. Aman al Señor, y son una bendición no sólo para mí sino también para muchos otros. Todos ellos son mucho más sabios de lo que yo era a sus edades. Todos ellos tienen sus propios hijos, y han demostrado ser muy buenos padres y madres.

Hoy día puedo verdaderamente decir que estoy muy emocionada al ver en lo que mis hijos (¡y mis nietos!) se están convirtiendo. Por tanto, por la gracia de Dios tengo un testimonio que contar. Pero aun así, me hace sonreír entre dientes el pensar que el Señor me guiara a compartir este libro con usted. A fin de cuentas, el camino para llegar a ser una madre segura de mí misma ha sido largo para mí. He sido todo lo opuesto a una mamá "tradicional" y he cometido muchísimos errores durante el camino. Así que puedo decirle con confianza que si Dios puede ayudarme a ser una buena madre, Él también puede hacer lo mismo por usted. Estoy convencida de que Él puede transformar este viaje confuso e intimidatorio de la maternidad en su victoria más grande. Mejor aún, Él puede enseñarle a regocijarse en cada paso del camino.

No incluye instrucciones

Personalmente, hago mucho énfasis en regocijarse. Pasé tantos años siendo tan desgraciada, que en estos tiempos estoy decidida a disfrutar mi vida. Tampoco me disculpo por ello, porque creo que es tan importante para Dios como para mí.

¿Por qué, si no, incluiría Dios tantos versículos como estos en la Biblia?

… yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.

Juan 10:10

Porque el reino de Dios no es… sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo.

Romanos 14:17, RVR-60

Estas cosas os escribimos para que vuestro gozo sea cumplido.

1 Juan 1:4, RVR-60

Claramente, Dios quiere que nosotros como creyentes disfrutemos de la vida que Jesús nos dio con su muerte. Y creo que Él quiere que todas las mamás cristianas encajen en la descripción que da el Salmo 113:9: Que se goza en ser madre de hijos (RVR-60).

Si somos totalmente sinceras al respecto, sin embargo, debemos admitir que muchas veces no experimentamos ese gozo. Aunque amamos a nuestros hijos y estamos de acuerdo en teoría con que ser madre es uno de los mayores placeres de la vida, el gozo de la maternidad queda enterrado bajo una gran carga de trabajo, preocupación y frustración. Si alguien nos preguntase: "¿Nos estamos divirtiendo ya?", con demasiada frecuencia la respuesta sería no.

No son tan sólo las demandas diarias de ser madre lo que nos roba el gozo (aunque a veces pueden parecer interminables y agotadoras), sino el sentimiento de responsabilidad que sentimos por nuestra familia. Somos conscientes de lo mucho que nuestros hijos dependen de nosotras, y a menudo nos da miedo que de algún modo podamos fallarles, que no sepamos realmente lo que estamos haciendo; en definitiva, que no tengamos lo necesario para ser todo lo que ellos necesitan que seamos.

Como mamás, quizá no hablamos mucho de ello pero las preocupaciones están ahí igualmente. Según una encuesta llevada a cabo hace unos años, la mayoría de los padres son los peores críticos de ellos mismos. Con frecuencia, agobiados con sentimientos de fracaso:

Se preocupan por si cometen demasiados errores.

Tienen miedo a no saber cómo lidiar con los problemas a que se enfrenten sus hijos.

Sienten que no son los ejemplos que deberían ser para sus hijos.

Lamentan algunas de las decisiones que tomaron como padres y piensan que es demasiado tarde para dar marcha atrás y arreglar las cosas.

Dudan de su capacidad para relacionarse con sus hijos y con los problemas que ellos afrontan en el mundo de hoy.

Me puedo identificar con ellos. Yo también me he preocupado por esas cosas durante el transcurso de los años. Todos mis hijos son muy distintos entre sí, y cada etapa de su desarrollo produjo cambios tan inesperados, que a menudo me sentía como si nunca los hubiera entendido. ¡Cuánto deseaba que todos hubieran llegado (como ocurre con los electrodomésticos) con un manual completo de instrucciones de funcionamiento! Dios podía haber hecho las cosas mucho más fáciles para nosotras las madres si hubiera adjuntado al dedo gordo del pie de cada bebé un librito que dijera: Para un buen rendimiento en su infancia, haga esto… a los dos años, haga esto… durante la adolescencia, haga esto…

Pero, obviamente, Él decidió no hacerlo así; ni para mí, ni para usted, ni para todas las demás.

¿Por qué?

Creo que es porque Dios tiene un plan mejor. Él quiere que naveguemos por las aguas profundas, misteriosas y a veces tormentosas de la maternidad al igual que los discípulos navegaron por las tempestuosas aguas del mar de Galilea (véase Marcos 4:35-41). Él quiere que dejemos de tener miedo y pongamos nuestra fe en Él y en su Palabra; que creamos que, como tenemos al Dios del universo en nuestra barca, a pesar de lo fuerte que sople el viento o lo grandes que sean las olas, ¡podemos llegar a la otra orilla en victoria!

Quizá usted diga: "Pero Joyce, ¡ahora mismo no siento que tenga lo necesario para llegar al otro lado en victoria! Mis hijos pequeños tienen continuas rabietas, mis hijos más mayores no van bien en la escuela, y mis adolescentes se están rebelando de una forma que nunca imaginé. Según van las cosas, mi barco de la maternidad está haciendo aguas y hundiéndose rápidamente".

Lo entiendo. Yo he estado ahí; y descubrí que sólo hay una manera de seguir a flote en ese tipo de tormentas: aparte sus ojos de sus sentimientos y mire a Jesús. Atrévase a creer que porque usted está en Él, lo que dice Romanos 8:37 es verdad para usted:

Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

¿Qué significa ser más que vencedores? Yo creo que significa que usted sabe de antemano que ha sido divinamente equipada para vencer cualquier tipo de problema. Significa que puede hacer frente a la vida con osadía y decir: "Nada en la vida puede derrotarme porque el Más Grande vive en mí, y me ha provisto de todo lo que necesito para manejar lo que Él me ha llamado a hacer. Puedo vencer en cada batalla porque todo lo que necesito para vencerlas es mío en Cristo Jesús. Porque estoy en Él, ¡tengo lo que se necesita!".

Usted tiene lo que se necesita

Es imposible disfrutar algo cuando tiene miedo a fracasar en ello.

Es imposible disfrutar algo cuando tiene miedo a fracasar en ello. Pero cuando cree de todo corazón que realmente tiene todo lo que se necesita, ser madre puede ser mucho más divertido. Puede hacerlo con una alegre seguridad y con su estilo único propio. También puede experimentar la libertad y el gozo de ayudar a cada uno de sus hijos a ser esa persona única que es.

Visualícelo por un momento. Piense en lo divertido que sería afrontar cada día no con la cabeza gacha y los hombros caídos enfocándose en cómo ha fallado en todo, sino dejando que Dios sea su gloria y el que levanta su cabeza (véase Salmos 3:3). Imagínese tener tanta confianza en lo que Él ha puesto en su interior que, cuando se trata de ser madre, usted abrace su papel con sobrecogedora alegría y emoción. Bien, todo comienza cuando usted cree que Dios ya le ha equipado con todo lo que necesita para ser una madre exitosa y segura de sí misma.

"Sé que tiene razón, Joyce", usted dirá, "pero no siento que tenga mucho talento ni dones para mi papel de madre. De hecho, a veces siento que en absoluto tengo mucho que ofrecer".

La Biblia la menciona por primera vez en 1 Reyes 17:9. Ahí, Dios la nombra como la persona que Él había escogido para proveer comida al profeta Elías durante una hambruna producida por una sequía. Ve ahora a Sarepta de Sidón, le dijo Dios a Elías, y permanece allí. A una viuda de ese lugar le he ordenado darte de comer.

Desde una perspectiva humana, el plan de Dios parecía bastante ilógico. Esta viuda ni siquiera podía alimentar a su propio hijo; ¿cómo, pues, iba a alimentar al profeta? Cuando Elías aparece en su puerta, ella no tiene nada y está profundamente deprimida. Así que imagínese cómo respondió cuando Elías le pidió un poco de pan.

Tan cierto como que vive el Señor tu Dios—respondió ella—, no me queda ni un pedazo de pan; sólo tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en el jarro. Precisamente estaba recogiendo unos leños para llevármelos a casa y hacer una comida para mi hijo y para mí. ¡Será nuestra última comida antes de morirnos de hambre!

¡Eso sí es una madre que sentía que no tenía nada que ofrecer! ¡Esta mujer nos gana a todas! Sin embargo, Dios veía algo en ella que ella misma no podía ver. Él la veía como una fuente de bendición que, en las manos de Él, nunca se secaría. Por eso Él le ordenó a Elías que le dijera esto:

No temas, le dijo Elías. Vuelve a casa y haz lo que pensabas hacer. Pero antes prepárame un panecillo con lo que tienes, y tráemelo; luego haz algo para ti y para tu hijo.

Genre:

On Sale
Jan 21, 2014
Page Count
192 pages
Publisher
FaithWords
ISBN-13
9781455553242

Joyce Meyer

About the Author

JOYCE MEYER is a #1 New York Times bestselling author and one of the world’s leading practical Bible teachers. Her broadcast, Enjoying Everyday Life, airs daily on hundreds of television networks and radio stations worldwide. Joyce has written nearly 100 inspirational books. Bestsellers include God Is Not Mad at You; Making Good Habits, Breaking Bad Habits; Living Beyond Your Feelings; Power Thoughts; Battlefield of the Mind; and The Confident Woman. Joyce holds conferences throughout the year, speaking to thousands around the world.

Learn more about this author