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Confianza inquebrantable
Descubra el gozo de confiar en Dios en todo momento, para todas las cosas
Contributors
By Joyce Meyer
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With each new chapter, Joyce unveils a sovereign and trustworthy God who longs to be in a relationship with his people, and inspires you to tear down the walls of self-reliance. This book will both equip and encourage, as you learn how to “trust in the Lord with all your heart and lean not on your own understanding.”
Regardless of your past pain, your present circumstances, or your future uncertainty, when you learn to trust God each day, you’ll experience the joy-filled life Jesus came to give you. Others may have let you down . . . but God never will!
Excerpt
INTRODUCCIÓN
No puedo imaginarme un tema sobre el que sea más importante escribir que la confianza en Dios. Este es un tema fundamental, ya que cuando decidimos confiar en Dios los beneficios son innumerables y asombrosos. Confiar en Dios es una forma muy importante de honrarlo.
Desde el principio de este libro quiero subrayar que confiar en Dios no es una obligación, sino un privilegio que Él pone a nuestra disposición. Se nos invita a confiar en Dios, y al hacerlo, le abrimos la puerta a una vida de paz, gozo y provecho.
Añadirle una buena porción de confianza en Dios a todo lo que hacemos nos ayudará a vivir sin preocupaciones, ansiedad, miedo, cavilaciones o estrés. Yo por ejemplo estoy confiada en que Dios me ayudará a escribir este libro. Eso significa que reconozco que no sé todo lo que necesito saber sobre Él y que estoy convencida de que sin Él el libro no será bueno. Dios quiere que dependamos de Él en todo momento y en todo lo que hacemos. Nada es demasiado pequeño para Dios cuando sus hijos están preocupados.
Los seres humanos tendemos a apoyarnos en nosotros mismos y ser autosuficientes, y por ello nos toma algo de tiempo aprender a confiar en Dios. Parte de la dificultad proviene de nuestras malas experiencias, que a menudo nos enseñan que no siempre se puede confiar en los demás. Pero los caminos de Dios están muy lejos de los de estos individuos y su Palabra nos dice que a causa de su carácter Él no puede mentir o engañar. En este libro espero enseñarle que usted puede aprender a confiar sin límites y tener una fe más allá de la razón. La confianza total en Dios debe ser nuestra meta, no solo porque honra a Dios sino también porque los beneficios son increíbles.
Dios se complace cuando confiamos en Él. Hebreos 11:6 dice que “sin fe es imposible agradar a Dios”. La fe y la confianza están tan conectadas que no podemos separarlas. La fe es la sustancia que invita a Dios a nuestra vida. A través de ella Él mantiene su presencia en nosotros y nos conecta a Él de una manera poderosa.
Tenemos un enemigo, Satanás, que constantemente está tratando de evitar que tengamos una relación con Dios y que disfrutemos de la vida que Él nos ofrece. Satanás nos tienta con miedos, preocupaciones y ansiedad, pensamientos, estrés, y dudas que alejan nuestra mente de Dios y nos conducen a una vida egocéntrica en la que tratamos desesperadamente de cuidar de nosotros mismos.
El único antídoto para este sufrimiento es una confianza total en Dios. Oro para que al leer este libro usted reciba la gracia de entregarle completamente a Dios todo lo que le preocupa, en toda situación y en todo momento.
Cuando lea y estudie este libro, mantenga este pasaje en mente:
“Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová”.
Jeremías 17:7
CAPÍTULO 1
¿Qué es la confianza?
El principio de la ansiedad es el final de la fe, y el principio de la fe es el final de la ansiedad.
George Mueller
Cuando confiamos en alguien o algo que resulta digno de confianza, eliminamos la ansiedad. Es muy importante entonces aprender lo que es la confianza y cómo debemos confiar. En especial, cómo confiar en Dios.
El diccionario Noah Webster de 1828 define confianza como: “Seguridad; certeza o descanso mental en la integridad, veracidad, justicia, amistad u otro principio sólido de otro individuo”.1 El que pone su confianza en el Señor, estará seguro (ver Proverbios 29:25).
La confianza nos permite vivir sin pesos, cargas o preocupaciones, porque confiamos en que otro lidiará con nuestros problemas. En vez de llevar una carga constante, podemos disfrutar de una seguridad maravillosa en nuestra alma.
Para poder confiar en Dios y entregarle nuestras preocupaciones a Él, debemos tomar la decisión de hacerlo. El salmista David hablaba frecuentemente de poner nuestra confianza en Dios. La expresión “vestíos” implica acción, y aparece con frecuencia en la Palabra cuando Dios nos da instrucciones específicas como vestíos de amor, vestíos del nuevo hombre, etcétera (ver Colosenses 3:14; Efesios 4:24).
La Biblia dice “Echa sobre Jehová tu carga [liberándote de ese peso], y él te sustentará…” (Salmo 55:22). Me gusta la idea de soltar el peso de una carga. Muchas veces vivimos con un peso en la mente y el corazón, pero Dios nos invita a disfrutar una mejor calidad de vida que solo alcanzamos si ponemos nuestra confianza en Él. Noah Webster dice que la confianza es un descanso mental. El apóstol Pablo lo confirma cuando dice que quienes creen (confían) en Dios entrarán en su descanso (ver Hebreos 4:3).
Una forma de saber si estamos confiando en Dios más que simplemente tratando de hacerlo, es fijándonos si nuestra alma descansa en la fidelidad de Dios. Si yo digo que confío en Dios, pero llevo continuamente la carga de la preocupación y la ansiedad, quiere decir que no le he dado la carga al Señor. Tal vez lo deseo. Tal vez lo estoy intentando. Pero aún no lo he hecho.
Comprender esto me ha ayudado a aprender que la verdadera confianza en Dios es más que palabras: es soltar el peso de mi carga, una acción decisiva que le da paz a mi alma (a mi mente, mi voluntad y mis emociones). Imagínese que a todas partes lleva un pesado morral lleno de rocas. Lo lleva al trabajo, al supermercado, a la iglesia. Es una carga pesada, pero la sigue llevando. Ahora imagínese que decide soltarla. Solo piense en lo bien que se sentiría y en lo fácil que sería todo. Eso es lo que ocurre cuando nos preocupamos y llevamos la carga con nosotros, en vez de entregársela a Dios.
Seguimos funcionando y haciendo lo que tenemos que hacer, pero el peso de la carga coloca una gran cantidad de estrés sobre nosotros y dificulta mucho nuestra vida. Usted puede decidir soltar su carga hoy y confiar en Dios. Si lo hace, no se arrepentirá.
Conozco a muchos que afirman confiar en que Dios se hará cargo de sus problemas, pero siguen mostrándose asustados, preocupados y tratando desesperadamente de entender qué es lo que deben hacer. Esto solo demuestra que creen que deben confiar en Dios y que desean hacerlo, pero que aún no lo han hecho. Dicen que confían en Dios, pero están abrumados por las preocupaciones.
He aprendido que la mejor manera de llevar nuestra relación con Dios es confiando en Él. Él ya sabe la verdad, y eso nos ayudará a enfrentarla. Yo pasé muchos años diciendo que confiaba en Dios pero al mismo tiempo me sentía preocupada e infeliz, y ciertamente me ayudó mucho reconocer que la verdadera confianza trae buenos frutos. La confianza produce paz, ¡esa paz que sobrepasa todo entendimiento!
Si no hemos logrado confiar en Dios completamente, es mejor ser honestos con Él. En Marcos 9 hay una buena historia sobre un padre que anhelaba la sanación de su hijo. Él le dijo a Jesús que creía, pero necesitaba ayuda con su incredulidad (ver Marcos 9:24). Siempre me ha gustado su honestidad, y la buena noticia es que recibió su milagro. A veces tenemos algo de duda mezclada con nuestra fe. Favorablemente, iremos creciendo y aprendiendo a confiar en Dios cada vez más, pero crecer requiere tiempo y no hay razón para que seamos condenados si nuestra confianza en Dios aún no ha sido perfeccionada.
He estado enseñando la Palabra de Dios durante más de cuarenta años y, sin embargo, he aprendido mucho sobre la confianza en Dios durante el último año. Me imagino que aprenderé mucho más mientras estudio e investigo para este libro.
El carácter de Dios
El diccionario Merriam-Webster.com define «confianza» como: “La creencia de que alguien o algo es de fiar, bueno, honesto, efectivo, etcétera”.2 La confianza depende de lo que sabemos del carácter de la persona en la que confiamos. Si no pensamos que es buena, justa, amable, amorosa y digna de confianza, no podemos confiar en ella.
Un estudio minucioso del carácter de Dios me ha ayudado a aprender a confiar totalmente en Él. Uno de los aspectos del carácter de Dios que me tranquiliza mucho es que Él es justo. Eso significa que Él siempre sacará algo bueno de lo que está mal.
Yo he experimentado muchas veces su justicia en mi vida, y cuando enfrento algo que a mi parecer es injusto, puedo confiar en que a su manera y a su debido tiempo Dios sacará algo bueno de lo malo. La vida no siempre es justa pero Dios sí, y cuando confiamos en Él y le entregamos nuestra carga, Él obra a nuestro favor y hace justicia.
Confiar en que Dios hará justicia me ahorra el trabajo de tratar de lograrlo por mí misma. Dios dice claramente en su Palabra que la venganza es suya y que él pagará a los enemigos de su pueblo:
“Mía es la venganza [la retribución y la administración de justicia me pertenecen], yo daré el pago [a quien actúa mal]”, Y otra vez: “El Señor juzgará a su pueblo”.
Hebreos 10:30
Para experimentar la justicia de Dios debemos estar dispuestos a entregarle cualquier situación a Él y negarnos a tratar de resolverla nosotros. ¡Esta es la parte difícil! Por lo general nos desgastamos tratando de resolver los problemas sin éxito, hasta que finalmente estamos dispuestos a confiar en Dios. Cuando lo hacemos y comenzamos a experimentar su fidelidad, confiar se va haciendo cada vez más fácil. Una de las razones por las que confiar en Dios puede hacérsenos difícil es porque Él no siempre da inmediatamente lo que le pedimos. Recibimos de Dios a través de la fe y la paciencia. La espera es una prueba que normalmente lleva nuestra fe a un nuevo nivel.
Dios es bueno, misericordioso, santo y bondadoso. Es compasivo, fiel y verdadero. ¡Dios es amor! Es el mismo en todo momento y podemos confiar en que Él cumple su palabra.
Es fácil confiar en alguien que sabemos que nos ama y que no solo tiene el poder de ayudarnos, ¡sino que también quiere hacerlo! Dios está esperando para ayudarnos y lo único que debemos hacer es confiar en que Él lo hará.
Cuando miro al pasado, confirmo por experiencia personal que Dios es fiel. Él siempre está allí aunque no lo veamos o lo sintamos. Si creemos que Él está obrando, Él manifestará o revelará la prueba de su obra en el momento correcto. No podemos darnos por vencidos si la espera es muy larga. ¡Sigamos confiando en Dios!
Cuando tengo dificultades para confiar en Dios, recuerdo lo que Él ha hecho por mí en el pasado y me tranquilizo pensando que lo volverá a hacer. Durante más de cuarenta años he tenido la costumbre de escribir diarios, y hace poco me topé con uno de los años setenta en el que le pedía a Dios que me proveyera una docena de paños de cocina. Dave y yo no teníamos dinero para comprarlos y como yo apenas estaba comenzando a confiar en Dios, me le acerqué como un niño pequeño y se los pedí. Imagínese mi sorpresa cuando unas semanas después, una mujer que apenas conocía se apareció en mi puerta y me dijo: “No quiero que piense que estoy loca, ¡pero sentí que Dios quería que le trajera estos paños de cocina nuevos!”. Mi reacción fue de tanta emoción, que ella se quedó atónita hasta que le expliqué que yo le había pedido a Dios que me los proveyera. Esa es una de mis experiencias más vívidas relacionadas con la fidelidad de Dios, y he tenido muchas otras a lo largo de mi vida.
En la Biblia leemos que cuando David iba a matar al gigante Goliat y todo el mundo le decía que no lo hiciera, que fallaría, él se acordó del león y del oso que había matado anteriormente con la ayuda de Dios. Su fe se fortaleció y salió a enfrentar a Goliat (ver 1 Samuel 17:34–36).
Quiero animarle a dedicar unos momentos, incluso ahora mismo, a hacer una lista de las veces en las que ha experimentado la fidelidad de Dios en su vida. Le aseguro que su fe se fortalecerá y que podrá confiar en Dios más fácilmente para sus necesidades actuales.
He escuchado definir la palabra “fiel” como: “Alguien de confianza en quien poderse apoyar”. ¡Podemos apoyarnos en Dios! Podemos descansar en Él. Él prometió nunca dejarnos ni abandonarnos y estar siempre con nosotros (ver Mateo 28:20).
Cuando estamos en medio de una necesidad, confiemos en que Él estará con nosotros y nos ayudará (ver Hebreos 13:5). Cuando enfrentamos pruebas, Él está con nosotros y siempre nos ayuda (ver 1 Corintios 10:13). Y cuando los demás nos abandonan, Él está con nosotros y permanece fiel (ver 2 Timoteo 4:16–17).
Un análisis honesto de cada uno de los aspectos del carácter de Dios nos ayuda a aprender a confiar en Él. Hablaré de otras de sus características a lo largo del libro, pero le animo a buscar información sobre este tema e investigar por su cuenta.
Confianza
Se dice que confianza es sinónimo de seguridad, y sabemos que la vida es mucho más fácil cuando tenemos seguridad. Tener la seguridad de que podemos hacer algo nos permite vivir la vida con valor, deleite y positivismo. Como creyentes nuestra confianza debe estar puesta en Jesús. Todos nos sentimos seguros en algunos aspectos, pero podríamos sentirnos seguros en todos los aspectos de la vida si confiamos en Dios. Yo, por ejemplo, a veces me siento segura cuando estoy dando una conferencia, pero hay también momentos en los que no ocurre. En esos momentos puedo elegir sentirme segura si pongo mi seguridad en Cristo y no en mí o en la forma en que me siento.
El apóstol Pablo fue enfático cuando declaró que no confiaba en la carne. Aunque él tenía muchas ventajas físicas, no basó su confianza en lo externo. Él afirma vehementemente que nuestra confianza debe estar en Cristo (ver Filipenses 3:3). Confiar es estar seguros de Aquel en quien confiamos, ¡y la seguridad en Cristo nos permite vivir en paz! Nos permite trabajar tranquilos porque creemos que tenemos la capacidad de hacer lo que hay que hacer. La seguridad elimina el estrés, la presión, la preocupación y el miedo al fracaso.
Mencioné que podemos “estar” seguros aunque no nos “sintamos” seguros, y este es un punto muy importante. Los sentimientos son caprichosos; pueden cambiar en cualquier momento y sin previo aviso. Así que confiar en lo que sentimos no es muy recomendable.
Al solicitar un empleo, por ejemplo, inicialmente podríamos sentirnos confiados porque creemos que tenemos las habilidades necesarias. Pero a mitad de la entrevista comenzamos a sentir que no le gustamos mucho al que nos está entrevistando y de repente ese pensamiento (que a lo mejor ni siquiera es verdad) nos hace perder la sensación de seguridad. Pero si tenemos la confianza puesta en Dios, tendremos la certeza de que Él está a nuestro favor, y continuaremos la entrevista con la seguridad de que ese el puesto perfecto para nosotros y de que lo obtendremos.
Satanás no quiere que nos sintamos seguros porque él sabe que sin seguridad no lograremos mucho en la vida. Hasta la gente que es muy talentosa, inteligente y capaz necesita seguridad. La confianza es para nosotros lo que la gasolina es para el avión: este tiene la capacidad de volar, pero se queda en tierra si no tiene gasolina.
Es imposible tener una seguridad permanente si colocamos nuestra seguridad en la persona o cosa equivocada, ya que esta puede cambiar, ¡pero Dios nunca cambia ni miente! Él es la Roca que nos sostiene en un mundo que suele ser un torbellino de incertidumbre.
CAPÍTULO 2
La confianza que nos hace descansar
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.
Mateo 11:28
El diccionario Noah Webster define «confianza» como la tranquilidad mental que se obtiene gracias al buen carácter de alguien. Creo que es importante dedicar un capítulo de este libro a esta tranquilidad, que produce descanso mental. Esto es algo que todos necesitamos urgentemente y que la mayoría desea. La vida implica demasiados asuntos que requieren de nuestra atención y que inevitablemente nos abruman. Dios quiere ayudarnos, pero si queremos seguir haciendo todo por nuestra cuenta, Él no nos obligará a aceptar su ayuda.
A menudo Dios nos ayuda a través de otros que están dispuestos a compartir nuestras cargas. Dave y yo tenemos dos hijos que trabajan con nosotros en el ministerio, y Dios los ha provisto para que nos ayuden a llevar la responsabilidad de administrar un ministerio tan complejo. Al principio fue difícil dejar los asuntos de los que nos encargábamos en las manos de nuestros hijos, pero debíamos tomar una decisión y hacerlo ha representado un gran descanso tanto mental como espiritual.
Hay muchos asuntos y situaciones de las que ya no tenemos que preocuparnos, porque nuestros hijos se ocupan de ellas. Tengo tiempo para enseñar, escribir, orar, estudiar y hacer mi programa de televisión. Mientras estoy sentada aquí escribiendo, en el ministerio están ocurriendo muchas cosas de las que no tengo la menor idea. Veo los resultados y siempre son buenos, y confío en que mis hijos se ocupan de todos los aspectos que llevan a esos resultados. Mi hijo Dan recién me dijo ayer que nuestro programa de televisión ahora está disponible en Netflix, y me sorprendió gratamente. Esta es una gran oportunidad para llegar a un mayor número de gente y todo eso ocurrió sin que yo estuviera involucrada, delegando a alguien para que se hiciera cargo de esa parte del ministerio.
David, mi otro hijo, me sorprendió mostrándome fotografías de un proyecto que estamos financiando y supervisando en Tanzanía. Me alegré muchísimo de poder compartir la celebración de ayudar a más personas, pero no tuve que preocuparme ni una sola vez por ninguno de los miles de detalles necesarios para que el proyecto fuera un éxito.
Nuestros hijos son nuestros socios en el ministerio y aunque seguimos trabajando arduamente no estamos abrumados ni saturados. No estamos presionados por la preocupación y la angustia. ¡Nuestras mentes descansan!
Dios se deleita al sorprendernos y lo hará con frecuencia si ponemos todo en sus manos y bajo su custodia. Él quiere ser nuestro socio y, cuando le permitimos serlo, nuestra mente puede descansar. Según las Escrituras, fuimos llamados a la compañía y la participación con Dios. En 1 Corintios 1:9 se nos dice lo siguiente:
“Fiel [seguro, confiable, por lo tanto siempre leal a su promesa y digno de confianza] es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor”.
Tener una relación con Dios va mucho más allá de leer las Escrituras diariamente, ir a la iglesia una vez a la semana, dar dinero en la ofrenda y, tal vez, hacer algunas buenas acciones. Eso no es más que religión, pero la poderosa relación que se nos ofrece a través de la fe en Cristo es una sociedad. Dios nos da la capacidad y espera que la utilicemos, siempre confiando en Él. Él también está listo para hacerse cargo de lo que no podamos manejar. Me gusta decir: Confía en que Dios te ayudará a dar lo mejor de ti y confía en que Él hará el resto.
Paz mental
Dios nos da paz mental cuando depositamos nuestra confianza en Él. A lo largo del día llegan a nuestra mente muchos pensamientos que causan angustia y preocupación. Esta mañana, por ejemplo, estaba al lado de alguien que estaba muy callado y no mostraba ningún interés en tener una conversación conmigo. Pensé algo así como: no creo que yo le caigo muy bien. De repente, comencé a sentir que debía “hacer algo” para cambiar la situación. Pero no sabía qué.
Cuando tratamos de hacer algo que no sabemos surge en nosotros estrés, preocupación, angustia y algunas veces temor. ¿Hay aspectos en su vida que usted siente que debe “reparar” pero no sabe cómo? Si es así, puede hacer lo que yo hice esta mañana y orar, entregándole el problema a Dios y confiando en que Él “lo reparará”. Hice una plegaria sencilla: “Padre, pongo mi relación con en tus manos. Te la entrego y te pido que hagas tu voluntad”. Tan pronto lo hice, mi paz mental regresó.
Poco después de eso, conversé con uno de mis hijos y pude notar que no estaba muy bien emocionalmente. Le pregunté si podía ayudarlo de alguna forma, pero dijo que no e inmediatamente pensé: ¿Qué será lo que está mal? ¿Discutió con alguien? ¿Se siente mal físicamente? ¿Qué pasa? Tenía la mochila llena de preocupaciones y estaba lista para cargarla durante todo el día cuando recordé que podía dejársela a Dios, quien era el único que sabía qué andaba mal y qué podía hacerse al respecto.
Oré: “Padre, ayuda a que decida tener un buen día. Permítele ver cuán bendecido es y que esté agradecido en vez de estar triste”. Poco después de orar me llegó un mensaje de texto que decía: “Me siento mucho mejor ahora, ¡Te amo!”.
A diario podemos experimentar muchas situaciones como esta. No es de extrañar que la gente se sienta estresada a menos que aprenda a confiar en Dios y entregarle sus cargas. Yo fui así durante más de la mitad de mi vida, pero ahora estoy agradecida de saber qué hacer con mis preocupaciones.
Comparta su día con Dios, hablándole de todo. La oración es simplemente conversar con Dios, así que le invito a no verla como una simple tarea que debe cumplir. Por medio de la oración involucramos a Dios en cada aspecto de nuestra vida, incluyendo aquellos que intentan robarnos la paz y causarnos ansiedad.
No se engañe creyendo que no tiene otras opciones a la hora de escoger sus pensamientos. Si nuestros pensamientos están llenos de preocupación o ansiedad, podemos elegir pensar en otra cosa. La Palabra de Dios nos enseña que debemos desechar los malos pensamientos, llevándolos en cautiverio a la obediencia de Cristo (ver 2 Corintios 10:5). He descubierto que hablar con Jesús a lo largo del día sobre todo lo que hago y las preocupaciones que tengo es una de las mejores formas de permanecer en comunión con Él, disfrutar de su presencia y, al mismo tiempo, recibir su ayuda.
¿Qué pensaba Jesús cuando estaba frente a una situación que podríamos calificar como “problemática”? En la Biblia tenemos muchos ejemplos de cómo Jesús manejaba estas situaciones y Él siempre escogía confiar en su Padre celestial. Incluso cuando estaba en la cruz y sintió que había sido abandonado, dijo: “Padre, ¡en tus manos encomiendo mi espíritu!” (Lucas 23:46). Este fue el momento más difícil de su vida y aun así, en medio de un dolor y sufrimiento terribles, ¡confió en Dios!
La Biblia también nos narra la historia de cuando Jesús estaba en la barca y se desató una tormenta de grandes proporciones. Los discípulos que estaban con Él estaban desesperados y temerosos, pero Jesús estaba durmiendo en la popa de la embarcación. Cuando lo despertaron y le expresaron sus temores, Jesús les dijo: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? (una firme esperanza confiada)” (Marcos 4:40).
¡Dios espera que confiemos en Él! Él nos ofrece esa posibilidad y actuaríamos sabiamente si aprendiéramos a confiar en Él cada vez que sentimos la tentación de preocuparnos. ¿Por qué sentirnos desdichados si no hay necesidad de ello?
¿Qué pasa si no obtengo lo que quiero?
Pienso que el temor de no obtener lo que queremos es la causa principal de nuestras dificultades para aprender a confiar en Dios. La mayoría estamos convencidos de que la única manera de asegurarnos de obtener lo que deseamos es cuidándonos a nosotros mismos. Este temor evita que confiemos enteramente en alguien.
Yo fui criada por un padre y una madre abusivos, y estaba segura de que nadie se preocupaba de mí. Mi posición era que si yo no cuidaba de mí misma, ¡nadie más lo haría! Quizás usted pasó por algo parecido y fue tan infeliz como lo fui yo.
A menudo Dave se sentía mal por mi reticencia a confiar en él, pero yo no estaba segura de que él no tomaría decisiones egoístas que solo lo beneficiaran a él. Creía que me amaba, pero mis padres también me habían dicho que me amaban y ya sabía el resultado. No podría aprender a confiar en los demás hasta que aprendiera a creer en el amor incondicional de Dios y me diera cuenta de que, aunque alguien me hiciera daño, Dios me sanaría y me consolaría. Dios siempre tiene lo mejor para nosotros en sus planes y, una vez que creamos en ello, podremos confiar en Él y aprender a confiar en los demás.
Confiar en Dios no es garantía de que siempre obtendremos lo que queremos. Sin embargo, si no lo recibimos es porque Dios tiene en mente algo mejor para nosotros. Muchas veces le he pedido a Dios cosas que al final no he obtenido, solo para darme cuenta después de que si Dios me las hubiera concedido en ese momento, no habrían sido algo bueno para mí. A medida que vamos aprendiendo a desear lo que Dios quiere para nosotros, por encima de lo que nosotros queremos, vamos obteniendo paz mental en cada situación.
Jesús nos dio un ejemplo perfecto de la actitud correcta cuando oró en el jardín de Getsemaní antes de su dolorosa muerte:
“Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya [siempre]”.
Lucas 22:42
Genre:
- On Sale
- Sep 12, 2017
- Page Count
- 240 pages
- Publisher
- FaithWords
- ISBN-13
- 9781455560080
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